“¡De qué callada manera se me adentra usted sonriendo, como si fuera la primavera! Yo muriendo...”
Nicolás Guillén
Terminé recientemente la última novela de Leonardo Padura “Personas decentes“ y ante la imposibilidad de poder conversar acerca de ella con quien tanto por razones literarias como beisboleras me introdujo con el autor, decidí que lo mejor que podía hacer era expresar mi sentir a través de lo que ahora escribo.
Cuba por supuesto es mucho más que béisbol, pero para mi querido lector resultan ser sinóminos. Muchos pudieran decir que exagero, pero sin lugar a dudas los habitantes de esa Isla del Caribe han aportado al juego de pelota más de lo que propios y extraños alguna vez hubiesen podido imaginar. Al menos y a las pruebas me habré de remitir, constituyen un binomio inseparable que durante más de una centuria ha definido parte de la historia de un país y de un deporte.
La novela que muestra las peripecias y pesquisas del personaje central (Mario Conde) con objeto de resolver dos brutales asesinatos ocurridos en la Isla en 2014 en los que una reliquia de Napoleón Bonaparte juega un papel fundamental, es el vehículo mediante el cual su autor retrata y describe en dos planos y tiempos las calles y el devenir de los habitantes de La Habana tanto en el período que abarca los años 1909 y 1910, como lo sucedido en el archipiélago en aquel año por demás histórico del presente siglo en que, entre otras cosas el presidente de los Estados Unidos Barak Obama pisó suelo cubano e incluso tuvo a bien asistir a un juego de béisbol en el llamado “Coloso de la Montaña,” el parque de beisbol con mayor aforo de toda Latinoamérica. Aquellas noches de lectura lograron que mi cabeza fuera más allá del espléndido libro que tenía entre manos y me llevara a recordar las hazañas y logros deportivos de un importante número de peloteros cubanos, muchos de ellos, de los que tuve mi primer conocimiento gracias a las innumerables conversaciones sostenidas con mi padre en torno al béisbol.
Fue por todo ello que me decidí por citar el primer verso del poema “Canción” escrito por el poeta nacido en Camagüey y pilar de la Literatura cubana, al que pocos años después de su creación le puso música y su talento el ya fallecido Pablo Milanés, dado que en mi parecer es esa forma alegre y jovial, pero a la par desenfrenada e intempestiva con que se vive el amor a cualquier edad, la afortunada analogía que me sirve para definir en pocas palabras como los jugadores cubanos lograron adentrarse en el mundo del béisbol gracias a un estilo de jugar único e irrepetible que ha redefinido la estrategia y establecido para muchos la verdadera forma de vivir y gozar el juego de pelota. Un vínculo que comenzó en las últimas décadas del siglo XIX y que hoy en día continúa vigente pese a la realidad económica y política del pueblo cuban -*o que bien podría resumirse en dos palabras: adoctrinamiento y susbsistencia; pues a pesar de ello y con mucho esfuerzo, sobreponiéndose a carencias y limitaciones y sin duda alguna gracias una importante dosis de información genética ha producido una renovada legión de jugadores nacidos en la isla o decendientes de migrantes isleños que han logrado ya destacar en el béisbol más globalizado y competido de la historia.
Yo me he preguntado varias veces ¿qué sería del béisbol sin la presencia de los jugadores cubanos que lo han practicado? “¡Y en verda chico!” hubiese dicho el personaje de la novela, que no tengo una respuesta precisa para ello, sin embargo, hay algo por demás evidente y al alcance de todos; el béisbol no sería el mismo sin la sal y la pimienta que imprimen en su accionar los jugadores cubanos, sin su malicia y descaro, pero sobre todo sin la gran calidad y el talento que han puesto de manifiesto en los diamantes.
Sin mayores preámbulos entraré en detalle. Ninguna lista o recuento de beisbolistas cubanos puede hacerse sin considerar al primer gran jugador de la Isla: José Caridad Méndez Báez también llamado “ El Diamante Negro” lanzador estelar de la Liga Cubana y las Ligas Negras que estuvo vigente en los diamantes de 1908 a 1927 y que pese a nunca haber jugado en las Ligas Mayores forma parte del recinto de los inmortales en Cooperstown debido a la calidad y talento que poseía. Junto a él, brilló intensamente el destacado bateador y jardinero Cristóbal Torriente, conocido con el mote de “El Babe Ruth cubano” que fue la gran estrella de los equipos locales Marianao y Almendares y también pusiera en alto el nombre de Cuba con los Chicago American Giants y Kansas City Monarchs de las Ligas Negras. Un poco antes que ellos y gracias a la novela que les comento pude saber de su existencia, destacó Carlos Maciá Padrón un lanzador y tercera base a nivel amateur que jugó para el equipo de Almendares hacia finales del Siglo XIX pero cuya mayor celebridad se debe al hecho de haber tomado las armas para incorporarse al Ejército Libertador en la guerra de de independencia cubana de 1895.
Otro jugador cubano, pero de tez blanca antes que el “Diamante Negro” había mostrado su talento y jugado para equipos profesionales en los Estados Unidos: Estebán Bellán, que de hecho fue el primer latinomericano en jugar béisbol profesional en los Estados Unidos, al hacerlo para los equipos Troy Haymakers y New York Mutuals entre 1871 y 1873. Otros que siguieron ya en el siglo XX sus pasos en el béisbol profesional norteamericano fueron: Eusebio González, Rafael Almeida, Napoleón “Nap” Reyes y Armando Marsans el primer jugador latinoamericano en jugar para los Yankees de Nueva York y que años más tarde fuera un destacado manager en la Liga Mexicana de Béisbol.
El mencionar a nuestra Liga profesional de béisbol próxima a cumplir el centenario de su fundación, irremediablemente me hace pensar en el que para muchos sigue siendo el mejor jugador de béisbol y el más completo de todos los tiempos: Martín Dihigo, apodado por su pares y por los cronistas de la época como “El Maestro.” Fue un fuera de serie, capaz de jugar las nueve posiciones del campo además de haberse distinguido como uno de los mejores lanzadores abridores de Cuba de todos los tiempos. Dihigo que también fue una reconocida estrella en las Ligas Negras de los Estados Unidos y jugará tanto en su patria como en Venezuela es un indiscutible miembro del Salón de la Fama del Béisbol gracias a su talento y aportaciones al juego. Sobre “El Maestro” también debo precisar que ya en el retiro y tras concretarse la revolución cubana tuvo a bien regresar a su patria para encabezar por algunos años y hasta su muerte los esfuerzos del nuevo gobierno en favor del desarrollo deportivo de su país.
A la par que “El Maestro” otras grandes estrellas cubanas destacaron y dieron brillo a nuestra Liga de béisbol logrando ser parte esencial de su crecimiento y prestigio tales como el gran lanzador y este sí, estrella de Ligas Mayores Adolfo Luque, o uno de los mejores jardineros izquierdos de la historia Santos “El Canguro” Amaro, o jugadores de la capacidad y calidad del poderoso bateador y jardinero Claro Duany, o del veloz campo corto Avelino Canizares o del jardinero y formidable bateador Pedro Formental oel versatil jugador de campo Mario Ariosa o el formidable primera base y estelar bateador René González y ni que decir, de insuperables brazos como los de los abridores: Manuel “Cocaína” García, Basilio “El Brujo” Rosell, Luis Tiant padre y Ramón “El profesor” Bragaña que materialmente lanzaba lumbre de su brazo derecho; en esta pequeña, pero nutrida lista de talento y gran béisbol no podía dejar de mencionar al también lanzador y manager Lázaro Salazar. Les aseguro que cualquier equipo de Ligas Mayores los hubiera recibido con los brazos abiertos de no haber sido por la discriminación racial que reinaba en los deportes profesionales norteamericanos. Los ya mencionados fueron jugadores que hicieron época y mejoraron considerablemente nuestra Liga de Béisbol hasta llevarla a niveles de excelencia y calidad muy superiores a los que en ese entonces se producían en las Ligas Mayores.
Y si me he remontado a jugadores y hechos que ocurrieron hace más tres cuartos de siglo, también es justo precisar que hoy en día el béisbol sigue siendo para los cubanos el deporte nacional y su mayor motivo de orgullo. Aún en la estrechez económica y el embargo que ha marcado su destino, el béisbol continua siendo el eje de las conversaciones de los viejos, y la diversión de niños y jóvenes.
No hay calle, patio o solar cubano donde no se juegue y practique la llamada pelota caliente, donde no se viva con intensidad el juego, donde no se aprendan mañas y trucos (jugadas cubanas) y se adquieran las habilidades suficientes para destacar como ha sucedido década tras década desde la llegada del socialismo a la isla; tan es así, que aquellos inocentes juegos y diversión infantil para muchos se han convertido en el complicado pero factible camino para mejorar sus condiciones de vida y las de sus familias dentro o fuera de Cuba.
Pero más allá de sus calles, el béisbol en Cuba es cosa seria. Es indiscutiblemente uno de los proyectos más exitosos del gobierno que emanó del movimiento revolucionario que triunfó el primer día del último año de la década de los años cincuenta del siglo pasado. Se trata de una maquinaria perfectamente aceitada que le permite al Partido y su gobierno mostrar al mundo no sólo sus capacidades, sino generalmente su músculo y hegemonía en la materia. Indiscutibles ídolos y estrellas de ese béisbol son el gran tercera base Omar Linares y el lanzador Pedro Luis Lazo, que logró para la novena cubana y el país dos medallas de oro y otras dos de plata en cuatro Juegos Olímpicos. Es por ello, que en Cuba el béisbol es una actividad que se practica con excelencia en los 15 parques de pelota en que tiene lugar la llamada Serie Nacional de Béisbol que año con año se desarrolla entre los meses de octubre y marzo.
Esa institución del deporte cubano donde no existe el profesionalismo de los países capitalistas vino a sustituir a la otrora Liga Cubana de Béisbol y está conformada por 16 equipos; una novena por de cada una de las 14 provincias que integran el país, más un equipo representativo de la Isla de la Juventud y dado que el número de equipos era impar, se determinó que la ciudad capital contara con dos equipos. El más importante de ellos y orgullo de los habitantes de La Habana y digno representante del Estadio Latinoamericano son los llamados Industriales, de los que se sabe era la escuadra la favorita del Comandante Fidel Castro y por ende una razón suficiente para ser el equipo más seguido y admirado del país quien comparte su parque y ciudad con una novena no tan popular, ni afortunada llamada: los Metropolitanos.
¡Vaya casualidades que tiene la vida! pues en la cuna del imperio del capitalismo, la Ciudad de Nueva York se vive prácticamente la misma historia. Pues bien sabido es que en la Isla de Manhattan existen dos equipos, uno en cada liga de la MLB. Y mientras los Yankees son amos y señores no solo de la ciudad, sino que desde tiempos ya muy remotos constituyen la novena más exitosa y seguida del béisbol profesional a nivel mundial, sus compañeros de ciudad que también fueron bautizados como los Metropolitanos cuentan en su haber con muy pocos aficionados y son mundialmente conocidos más por sus desgracias y malas decisiones que por sus logros deportivos.
Sin embargo, la grandeza de los jugadores cubanos ha quedado de manifiesto mayormente en los diamantes de la MLB desde la década de los años cincuenta del siglo pasado para acá. Es muy probable que muchos no hayan tenido la oportunidad de ver en acción algunos de los talentos que ahora voy a mencionar pero por fortuna se conservan imágenes de su hazañas, pues su calidad y nivel de juego fue francamente extraordinaria. El lanzador Lino Donoso que jugará para los Piratas de Pittsburgh y también fuera figura central en la LMB, o el destacado trío de jugadores estelares y miembros del Salón de la Fama del Béisbol que conforman: Saturnino Orestes Armas Miñoso Arrieta, mejor conocido como Mininie Miñoso “El Cometa Cubano” destacado jardinero izquierdo y gran bateador que fuera indiscutible ídolo y figura de los Medias Blancas de Chicago, el gran jardinero y mejor bate de los mellizos de Minnesota Tony Oliva y Atanasio Pérez Rigal, también conocido como Tany Pérez el enorme primera base de los Rojos de Cincinnati en los años setenta, indiscutible titular del que para muchos es el mejor equipo de todos los tiempos hombre por hombre y posición por posición de la MLB la llamada Máquina Roja, otra notable juegador lo fue lanzador Luis Tiant hijo, que los enfrentó en la Serie Mundial de 1976 y que por razones poco claras no ha sido inducido al recinto de los inmortales pese a haber sido la gran estrella de los Medias Rojas de Boston gracias a su pausado e interminable “Wind up” (mecánica de lanzar) que prácticamente hipnotizaba y confundía a los rivales, o el eficiente y también gran lanzador abridor de los Orioles de Baltimore Mike Cuellar. Jugadores que dieron gloria a sus equipos y profundo orgullo a una Nación ya enfrentada para ese entonces con los Estados Unidos.
A esa lista de excepcionales jugadores se puede agragar sin problema alguno al gran short stop de los Atléticos de Oakland Dagoberto (Bert) Campaneris, al lanzador Camilo Pascual que jugara con los Senadores de Washington y los Mellizos de Minnesota, al también parador en corto Leo Cárdenas que jugará mayormente con los Rojos de Cincinnati y al veloz jardinero y robador de bases José Cardenal que brillara con los Chicago Cubs y más tarde como coach hiciera una sólida carrera dentro del staff de Joe Torre en esa dinastía que ganó 4 Series Mundiales.
En años más recientes, no podían faltar en este recuento dos jugadores estelares cubanos que habiendo teniendo las aptitudes y el talento decidieron tirar todo por la borda al hacer uso de ayudas antideportivas para mejorar su rendimiento físico y hacer crecer en forma exponencial y desproporcionada sus músculos; me refiero destacadamente a Rafael Palmeiro (Baltimore) y José Canseco (Oakland) que han pasado a la historia como un par de tramposos, indignos de cualquier reconocimiento deportivo pese a su enorme capacidad y calidad de bateo. Debo incluso hacer la aclaración que este último no es mi pariente, pues generalmente me lo preguntan y también precisar para aquellos que conocen a mi querido hermano José Carlos, que no vayan a decirle que tuve a bien negarlo en esta columna, pues mi hermano, si bien nunca practicó el Rey de los deportes es sin duda alguna material de Ligas Mayores en lo que compete a la cultura y las bellas artes.
Ningún lanzador que yo haya tenido el privilegio de observar en un parque de pelota me ha impresionado más que el gran Orlando “El Duque” Hernández, figura estelar de la Selección Cubana y ganador de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Hernández tras ese logro cayó en desgracia, por lo que decidió huir de su país en una balsa poniendo en riesgo su vida pues había sido suspendido de por vida del béisbol por las autoridades cubanas; en ese periplo milagrosamente salvó la vida y ya en suelo de los Estados Unidos volvió a jugar para establecerse con un estelar de la MLB, pese a ser ya un consumado veterano con más treinta años de edad. Poseedor de un espectacular reportorio de lanzamientos y un absoluto dominio y control de la zona de strike maniataba a los bateadores enemigos y de vez en vez se daba el lujo de engañarlos con una enorme curva de joroba a la que en el argot beisbolero se le conoce como el lanzamiento eephus, “El Duque”contaba también con una peculiar y única mecánica de lanzamiento que incluía elevar en forma por demás sobresaliente su pierna izquierda antes de hacer sus envíos al plato, son algunas de las habilidades y talento que le permitieron ganar tres Series Mundiales con los Yankees de Nueva York y una más con los Medias Blancas de Chicago.
Pero no todo es el pasado, hoy en día la presencia y el talento llegado de Cuba o con raíces cubanas es notable. Grandes estrellas surgidas de la Isla son referente de equipos de la MLB y fueron ya ganadores de anillos de Serie Mundial como en los casos de Aroldis Chapman (Chicago), Jorge Soler (Atlanta), Yordan Álvarez y Yuli Gurriel (Houston). Otros más están en camino de lograrlo como en los casos de el receptor Yasmani Grandal y los destacados bateadores Luis Robert, Yoan Moncada, José Daniel Abreu, Adolis García, Yandy Díaz, Lourdes Gurriel o el lanzador cerrador Raisel Iglesias o el estelar lanzador abridor hoy inactivo Carlos Rodón, nacido en Miami, pero de padre cubano que son indiscutibles titulares de sus equipos.
Decidí dejar para el final la mención de dos jugadores de origen cubano que ahora brillan con gran intensidad en las Ligas Mayores y que reunen en su juego muchas de las cualidades que hoy les he comentado, de manera destacada tanto su calidad de juego y el aporte anímico que su presencia produce en sus equipos, como la alegría que trasmiten en el terreno de juego y el descaro y seguridad con que generalmente realizan sus intervenciones en el diamante.
Ellos son, nuestro ahora compatriota Randy Arozarena, el espectacular jardinero y gran bate de Tampa Bay y de la Selección Nacional de México que como muchos en su patria inició jugando en las calles hasta convertiirse en toda una realidad y que para triunfar en el mejor béisbol del mundo tuvo que enfrentar la adversidad al haber migrado en condiciones severas y riesgosas al estado de Yucatán, lugar y espacio que le permitieron llegar al mejor bésibol del mundo y gracias a su esfuerzo y trabajo consolidarse como uno de los mejores y más versátiles jugadores profesionales de béisbol en la actualidad y el lanzador zurdo de los Yankees de Nueva York Néstor Cortés, cuyo padre obtuvo una visa para salir de Cuba en 1995 lo que le permitió llevar literamente al ahora lanzador de la MLB en brazos a los Estados Unidos y que posee un amplio repertorio de lanzamientos y trucos que recuerdan a jugadores de tiempos idos. Es un singular pitcher que puede ser tanto dominador, como divertido y pasar de un rol a otro en segundos para el desconcierto de los bateadores rivales. Dos grandes estrellas cubanas que confirman el legado, el vínculo y esa relación que existe y esperemos exista por siempre entre Cuba y el béisbol.
CÍRCULO DE ESPERA
Tras la publicación de el artículo sobre las lesiones para mi ha resultado más que evidente el interés que tienen los aficionados al béisbol por conocer más detalles en torno al tema, destacadamente para quienes tienen la generosidad de leer y seguir Séptima Entrada, la página de internet y servicio informativo especializado en béisbol más importante de México. Es por ello, que aprovechando la llegada de mi próximo turno al bate les anticipo que mi próxima entrega nuevamente estará dedicada al tema de las lesiones dado que es necesario conocer a fondo lo que está pasando al respecto en el apasionante mundo del Rey de los deportes.
casallena@live.com.mx