En 1845, el equipo The Knickerbocker Baseball Club creó 20 reglas y las pusieron por escrito, lo que se considera como la fundación de lo que se conoce como beisbol, pero en esas no venía específicado el tema de los strikes y las bolas.
En esa época, ya existía que si un bateador le hacía swing a tres pitcheos y no les pegaba ya no podía batear pero se produjo un problema de tiempo. Los pitchers lanzaban muy lejos de los bateadores para evitar que intentaran pegarle, teniendo como objetivo que se aburrieran de no poder batear y le hicieran swing a cualquier pitcheo.
Para acabar con eso, se creó en 1858 una zona de strike, en donde si un bateador dejaba pasar un pitcheo bateable primero recibía una advertencia, dando paso a los tres strikes (para quedar eliminado).
Pero al no haber un castigo para el pitcher que lanzaba lejos del bateador, el ritmo del juego seguía siendo lento (¿te imaginas turnos de 40-50 pitcheos?). Entonces, en 1863 se implementó cantar las bolas, teniendo a nueve como la cifra para que llegaran a la primera base.
Así se mantuvo 17 años, hasta que se fue bajando la cantidad: en 1880 se redujo a ocho, en 1882 a siete y en 1884 a seis. Para 1887 se bajó a cinco la cantidad de bolas y se quitó el pitcheo de advertencia, dejándolo en tres lanzamientos buenos para batear.
Entonces en 1889 llegó el paso definitivo: finalmente se encontró un balance y se dejó en cuatro los pitcheos malos con los que se regalaba una base por bolas y en tres strikes los lanzamientos que podían ser bateados y los dejaron pasar o los swings en los que fallaban. Séptima Entrada