“Esto no se acaba, hasta que se acaba”
Yogi Berra
Todo está listo y definido. El campeón de la Liga Americana por tercera ocasión en los últimos cinco años, Astros de Houston, se enfrentará en la tradicional serie a ganar 4 de 7 encuentros al flamante e inesperado campeón de la Liga Nacional, Bravos de Atlanta, que regresan al Clásico de Otoño tras una larga ausencia de 22 años. Se trata de una Serie Mundial inédita, en mayor medida por el hecho de que los de Houston pasaron sus primeras 50 temporadas jugando en la Liga Nacional. El equipo de Houston cabe recordar, forma parte de la MLB desde 1962, primero utilizando el mote de los Colt 45 y posteriormente como Astros (1965) pero tras las últimas adecuaciones que hizo la MLB a sus divisiones terminaron por migrar a la División Oeste de la Liga Americana para el inicio de la temporada de 2013, donde en menos de una década de estancia han logrado su tercera incursión a la Serie Mundial.
Se trata de un enfrentamiento que confirma el alto nivel competitivo que existe en la actualidad en las Grandes Ligas, pues resulta por demás elocuente el hecho de que en lo que va del siglo, no ha habido un sólo equipo capaz de repetir el triunfo obtenido en la Serie inmediata anterior. Han pasado ya más de 20 años desdeque los Yankees de Nueva York ligaran triunfos consecutivos en las Series Mundiales de 1998, 1999 y 2000; desde aquella seguidilla lo que ha predominado es la alternancia de campeones.
Querido lector, no me cabe la menor duda de que lo que habrá de vivirse en el terreno de juego los próximos días, será un espectáculo del más alto nivel deportivo, al que cientos de miles de espectadores alrededor del mundo estarán atentos y expectantes. No sobra decir que es esta serie la que más público sigue y la que más nuevos seguidores genera año con año al mundo del béisbol, en gran medida por el altísimo nivel de excelencia con el que se juega y el dramatismo que lleva implícito este tipo de encuentros.
La Serie Astros-Bravos también tocará aspectos personales y humanos que van a más allá del juego de pelota, pero que vale la pena destacar porque resultan ser significativos para algunos de sus participantes. El manager de los Astros, el veterano Dusty Baker, inició su carrera profesional en las Ligas Mayores en el año 1968 jugando para los Bravos de Atlanta a los que ahora habrá de enfrentar; no dejar de ser paradójico que el equipo que le dio su primera oportunidad sea ahora el rival que deba vencer para culminar con un anillo de Serie Mundial su carrera como manejador. Baker que fue un destacado jugador de los Dodgers de Los Ángeles e incluso ganó la Serie Mundial de 1981 con ellos, es el manager con mayor número de triunfos en el béisbol, -casi dos mil juegos ganados en su haber- que no ha podido lograr ganar una Serie Mundial, así que las miradas de una buena parte de la crítica especializada estarán atentas y expectantes a su desempeño y el de su equipo. Si alguien quisiera poner en duda la capacidad y conocimiento del juego de Baker vale la pena señalar que es el único manager de la MLB que ha llevado a la postemporada a los 5 equipos que ha dirigido (San Francisco, Cachorros de Chicago, Cincinnati, Washington y ahora Houston).
Por su parte el manager de los Bravos de Atlanta, Brian Snitker, un hombre formado en el equipo que recorrió gran parte del organigrama hasta convertirse en su máximo dirigente y en la persona que los ha puesto de nueva cuenta en un Clásico de Otoño, algo que no sucedía de los tiempos del miembro del Salón de la Fama, Bobby Cox, tampoco tendrá un día de campo; pues tendrá frente así tanto el reto profesional de dirigir a los suyos, como un inesperado enfrentamiento de carácter familiar, dado que su hijo Troy Snitker, a quien durante años formó e impulsó para desarrollar una carrera profesional en el mundo del béisbol es nada menos que el coach de bateo de los Astros de Houston y responsable en buena medida del éxito en la caja de bateo de jugadores como Yordan Álvarez y Kyle Tucker. Si hay algo seguro en esta serie, es que para los Snitker el triunfo y la derrota están garantizados y que esa alegría y fracaso habrán también de quedar en familia.
No puede faltar el seguimiento a los jugadores de nuestro país, y si por fortuna nuevamente habrá un mexicano jugando la Serie Mundial, se trata del lanzador abridor de los Astros de Houston, José Urquidy nacido en Mazatlán, Sinaloa, que ha tenido una temporada de lesiones y contrastes, pero que por segunda vez vivirá un clásico de otoño. Sin embargo, esta vez Urqudiy no será el único mexicano que participará en la Serie Mundial, ya que el umpire zacatecano Alfonso Márquez habrá de formar parte de la cuadrilla de umpiers que impondrán el orden e impartirán justicia a lo largo de la contienda. Márquez que utiliza el número 72 en su manga derecha y que ha tenido una sólida y destacada carrera en la MLB en caso de haber un séptimo de juego en la Serie Mundial, estaría cantando las bolas y los strikes detrás de home. Cabe destacar que está será para el umpier mexicano su cuarta experiencia en Series Mundiales, lo que evidentemente lo convierte en el mexicano con el mayor número de participaciones en clásicos de otoño.
No hay un marcado favorito, se espera y piensa que será una serie equilibrada y pareja de principio a fin, donde predominará el bateo y sobre los lanzadores que han estado a lo largo de las series previas inefectivos y llenos de contrastes. Será un factor determinante la estrategia, especialmente en los juegos 3, 4 y 5 de la serie que tendrán lugar en el parque de Atlanta, pues en dichos encuentros no habrá bateador designado y los pitchers de ambos equipos irán a la caja de bateo. En otras palabras, por cierto, muy latinas y nuestras, el equipo que sepa hacer las pequeñas cosas en el campo de juego será quien resulte ganador.
Si alguien en el mundo del béisbol supo de las pequeñas cosas en el diamante, pero también de las grandes e históricas fue Yogi Berra; el notable cátcher de los Yankees, a quien muy a propósito he citado al dar inicio a este artículo, pues no hubo mientras vivió sobre la faz de la tierra una fuente de conocimiento más importante respecto a este tipo de encuentros que él; ningún otro jugador de béisbol ha logrado acumular en su carrera más participaciones en Serie Mundial que Berra quien jugó en 14 Series Mundiales y participó en 75 partidos de esa naturaleza, logrando a la postre obtener 10 anillos de Serie Mundial.
Los números de Berra son tan abrumadores y significativos que con excepción de su equipo los Yankees de Nueva York con 27 triunfos y los Cardenales de San Luis con 11 victorias, ningún otro equipo de las Ligas Mayores ha logrado ganar más Series Mundiales que las que lograra ganar como jugador activo Yogi Berra.
Para la posteridad y el recuerdo permanente, Berra legó dos de las jugadas más significativas y memorables de la historia de las Series Mundiales: el robo de home de Jackie Robinson en el primer juego de Serie Mundial de 1955 y el último strike y out del juego perfecto de Don Larsen en el quinto juego de la Serie Mundial de 1956, jugadas que dejan claro y evidente, que la historia de la Serie Mundial, no podría contarse, ni entenderse sin presencia de Peter Lawrence Berra.
Y así como Berra representa el éxito, la derrota, indudablemente es la otra cara de la moneda que ha estado presente en este tipo de encuentros. Célebres y desafortunadas jugadas también han marcado el rumbo y destino de la Serie Mundial y para muestra las que a manera de epílogo les relato.
En el séptimo juego de la Serie Mundial de 1926 que enfrentaba a los Yankees y los Cardenales, en la novena entrada y con dos outs en la pizarra ganando los de San Luis 3 carreras a 2 y lanzando el célebre Pete Alexander vino al bate el temido Babe Ruth, la gran estrella de los de Nueva York no vio ningún lanzamiento cercano al plato y recibió la base de por bolas, instalado en la primera significando la carrera del empate y viniendo a batear Bob Meusel con la esperanza de lograr el empate, pero en forma por demás intempestiva Ruth salió en busca de la segunda base y fue puesto out para culminar aquella Serie Mundial.
El que ha sido considerado el error más célebre de un juego de serie mundial, tuvo lugar en la novena entrada del cuarto juego de la Serie Mundial de 1941 que enfrentaba a los Dodgers de Brooklyn y a los Yankees de Nueva York, estando la Serie 2-1 a favor de Yankees, ya con dos outs en ese juego, sin hombres en base y con un marcador de 4-3 a favor de Dodgers el lanzador Hugh Casey logró el tercer strike, pero la pelota no pudo ser retenida por el cátcher Mike Owen y el bateador Tommy Henrich en vez de ser el último out del encuentro llegó a primera base por el pasbol cometido por Owen, tras ese error los Yankees ligaron batazos de hit hasta conformar una remontada de 4 carreras que sepultó a los Dodgers tanto en ese encuentro, como en el resto de la Serie Mundial.
En 1986, los Medias Rojas de Boston estaban a un out de obtener la Serie Mundial en el sexto y dramático juego que llegó a los extra innings de esa serie que los enfrentó a los Mets de Nueva York, con una ventaja de 5 carreras a 3 y sin nadie en base los metropolitanos ligaron 3 hits que los acercaron en el marcador, fue entonces que vino a batear Mookie Wilson, con la carrera del empate en primera y la de la diferencia en primera y los de Boston trajeron al relevista Bob Stanley en busca de ese último out, Stanley lanzó la pelota y aunque fue algo cerrada la bola, no fue tan descontrolada como para que no hubiera podido ser controlada por el cátcher Rich Gedman, el lanzamiento descontrolado permitió el empate de los de Nueva York y colocar en segunda base la carrera de la victoria, acto seguido Stanley dominó a Wilson con un rodado a la primera base sin ninguna complicación que no pudo ser fildeado por el primera base Bill Buckner y que permitió el triunfo de los Mets esa noche con lo que la Serie se empató a tres juegos, en un efecto similar al del pasbol de Owen los de Boston y al día siguiente perdieron arrolladoramente en el séptimo y definitivo juego de esa Serie Mundial.
En 1991 tuvo lugar una de las mejores Series Mundiales de la historia se enfrentaron los Mellizos de Minnesota y los Bravos de Atlanta, fueron siete espléndidos y cerrados juegos de béisbol donde el pitcheo ampliamente reinó. En la octava entrada del séptimo juego de aquella peleada y entretenida serie con el marcador 0-0 y al bate los Bravos, Lonnie Smith conectó un sencillo y en una jugada de bateo corrido emprendió el camino hacia la segunda base, su compañero de equipo Terry Pendleton conectó fuertemente la pelota hasta la franja de advertencia entre los jardines izquierdo y central para agenciarse un doble con el que fácilmente debió anotar Smith, pero Smith que había salido hacia la segunda almohadilla detuvo su carrera ante el engaño que le hiciera el segunda base novato de los Mellizos, Chuck Knoblauch, al haber simulado que estaba lanzando a la pelota hacia la segunda base cuando la bola estaba muy lejos de él, esos valiosos momentos en que Smith dudó y detuvo la carrera fueron suficientes para evitar que en lugar de anotar la primera carrera del encuentro, este permaneciera empatado. El lanzador de Minnesota Jack Morris recuperó el camino y milagrosamente colgó el cero. Ese error mental en el corrido de las bases, fue a la postre decisivo en el marcador, pues los locales Mellizos consiguieron la carrera de la victoria en la parte baja del décimo inning.
Hasta aquí los recuerdos, hoy en Houston, una vez más, se hará historia.
CÍRCULO DE ESPERA
El pasado sábado me dirigía a la Ciudad de Puebla en compañía de mi esposa a una comida de gran importancia para nosotros. A la altura de Río Frío sobre la autopista en ese camino sinuoso que cruza la montaña pudimos observar una señal en el acotamiento advertía la existencia de un accidente en la carretera; algunos metros después tuvimos que hacer alto total ante la imposibilidad de continuar por la saturación de vehículos. Pasaron poco más de 15 minutos sin que pudiéramos movernos ni un centímetro. Dadas las circunstancias no hubo más remedio que apagar el vehículo y esperar pacientemente a que fuera reabierta la vía. Fue entonces cuando materialmente de la nada aparecieron dos vendedoras ambulantes sobre la autopista que llevaban agua, refrescos, papás, chicles y cigarros y que empezaron a colocar sus productos entre quienes estabamos sin posibilidad de continuar nuestro camino. Pero no me lo van a creer, detrás de ellas aparecieron otros dos vendedores que para nuestro asombro lo que ofrecían en plena autopista no era comida, agua o dulces típicos, sino ¡bates de béisbol!
No se trataba de réplicas o pequeñas macanas en forma de bate que de vez en vez se comercializan en las calles, lo que vendían quienes aprovecharon el cierre temporal de la vía eran auténticos y reglamentarios bates de béisbol hechos prácticamente en forma artesanal. El primero de los vendedores robusto y enfundado en un sombrero de safari vendía tanto dinosuarios de plástico de gran escala, como bates de beisbol; la imagen prácticamente surrealista me hizo pensar en forma inmediata en el ya retirado béisbolista japonés de los Yankees de Nueva York, Hideki Matsui, a quien se le conoce en el mundo del béisbol como “Godzilla”. Mientras que el segundo con un importante cargamento de bates trataba de vender a escasos metros de nosotros uno pintado en color azul rey que tenía incrustada en la madera el logotipo de los Dodgers de Los Ángeles. La carretera finalmente reabrió y esa insospechada e inusual vendimia beisbolera de la que fuimos testigos llegó a su fin cuando pudimos continuar nuestro camino. Seguro estoy que estas cosas ¡sólo ocurren en octubre!
casallena@live.com.mx