“Incluso el acto de servicio más pequeño, el acto de bondad más simple, es una forma de honrar a los que perdimos, una forma de recuperar ese espíritu de unidad que siguió al 11 de septiembre”
Barack Obama
El pasado fin de semana se cumplieron 20 años de los atentados perpetrados por el grupo terrorista Al-Qaeda en suelo de los Estados Unidos. Una fecha que definitivamente cambió el devenir del mundo. Tras ese acontecimiento, muchos de los parámetros de seguridad y viaje con los que solíamos vivir fueron obsoletos en un abrir y cerrar de ojos. Las restricciones, la desconfianza y las dobles y hasta triples revisiones para abordar un avión con las que hoy vivimos, hicieron entonces su aparición.
No cabe duda querido lector, que aquella mañana de martes en que terroristas islámicos paradójicamente adiestrados en suelo norteamericano para volar aviones, secuestraron aeronaves comerciales con pasajeros y tripulación abordo para utilizarlos como misiles de ataque ante los perplejos de ojos de millones de personas que veían en vivo y directo la desgracia, el mundo cambió irremediablemente.
La devastación y la crudeza de las imágenes que se transmitían hacían por demás imposible pensar que ese día y los subsecuentes alguien fuera medianamente capaz de atenderun juego de béisbol. La lógica se impuso y unas horas más tarde el Comisionado de las Grandes Ligas Bud Selig decretó la suspensión de todos los juegos de la MLB en forma indefinida en señal de duelo. Esa interrupción pocas veces vista durante el desarrollo de una campaña regular tuvo una duración de una semana. Antes de ello, la totalidad de los juegos programados únicamente habían sido suspendidos el día del funeral del presidente Warren Harding (10 de agosto de 1923) y El llamado “Día D”, el 6 de junio de 1944 que tuvo lugar la invasión a Normandía en plena segunda Guerra Mundial. Y en la postemporada por dos largas semanas la Serie Mundial de 1989 que enfrentaba a los Gigantes de San Francisco y Atléticos de Oakland a consecuencia del temblor que sacudió la bahía de San Francisco minutos antes que iniciará el tercer juego de aquella serie que quedaría marcada por el movimiento telúrico.
Regresando a Nueva York aquella mañana despejada de verano, todo pintaba para ser un espléndido día en el que también daban inicio las clases escolares. En el Bronx se que se tenía programado el inicio de una serie de tres encuentros entre Yankees y Medias Blancas; Roger Clemens la gran estrella de Boston que los había abandonado en busca de anillos de serie mundialtenía en su segunda temporada con los de Nueva York un deslumbrante récord de 21 juegos ganados esa temporada y estaba programado para lanzar aquel martes, pero aquel juego y los subsecuentes no tuvieron lugar tras los terribles sucesos que aterrorizaron a la isla de Manhattan.
Aquella mañana de caos y confusión los de Chicago veían con horror lo que estaba sucediendo a cuadras del hotel en que habían llegado la madrugada del martes y tan pronto como pudieron dejaron la gran manzana y tomaron vía terrestre y con toda clase de precauciones el largo camino hasta Chicago.
Los de Nueva York, residentes de la Ciudad, al menos durante la temporada regular, fueron localizados por la dirigencia del equipo y de la mano de manager Joe Torre oriundo de Brooklyn empezaron a realizar distintas labores de ayuda y apoyo a su aturdida comunidad. El capitán Derek Jeter, el primera base Tino Martínez y otros jugadores tuvieron la misión de reconfortar a los equipos de bomberos y policías de Nueva York. Otro grupo comandado por la gerencia del equipo y coaches iniciaron una campaña de recolección de víveres y ropa. Mientras que el manager Torre, el jardinero central Bernie Williams y otro grupo de jugadores tuvieron la noble y difícil tarea de visitar el Hospital Saint Vicent para reconfortar y apoyar a los familiares de los miles que se encontraban en las Torres Gemelas al momento de los ataques y que en forma desesperada buscaban saber del paradero de los suyos aún con la esperanza de que estuvieran vivos. Esos gestos de solidaridad y presencia de los que muchos años después hiciera mención el presidente Obama en una de las ceremonias luctuosas del atentado, constituyen definitivamente un elemento más de la unión que existe entre Mets y Yankees con sus aficionados.
Los Metropolitanos fue el primer equipo de Nueva York en jugar tras los ataques, la noche del 21 de septiembre y lograron imponerse con un cuadrangular de su cátcher Mike Piazza hoy miembro del Salón de la Fama del Béisbol en un ambiente de manifiesto dolor y duelo, que por unos instantes aquel batazo ganador transformó en alegría y júbilo. A los pocos días de ello, los Yankees regresaron a casa el 25 de septiembre, tenían que ganar o que permdiera Boston para asegurar el título de la División Este de la Liga Americana. En una ceremonia previa al encuentro fueron homenajeados Bomberos y Policías de la Ciudadque habían fallecido en las tareas de rescate antes del desplome de las Torres. Esa fue la primera vez que ondeó en el estadio de los Yankees la derruida bandera norteamericana que había sido encontrada en la llamada “Zona Cero” donde por muchos años lucieron espectaculares aquellos idénticos edificios que incluso eran los más altos del mundo y fue aquella vez, la primera en que se entonó antes del inicio de la parte baja de la séptima entrada la canciónGodBlessAmerica, una tradición que sigue intacta a 20 años de distancia.
Desde aquel oscuro día, surgió una frase que resume el sentir de los Norteamericanos “Never forget” (Nunca olvides), diríamos en español, tal vez por ello, es que en el lugar de aquellas espectaculares Torres, hoy luce una más alta denominada “Libertad” que tiene a sus pies una fuente y museo que hacen las veces de mausoleo en honor de los caídos.
Por ello también, el pasado fin de semana y el sábado en que se cumplieron 20 años de los ataques Los Metropolitanos recibieron a los Yankees y rindieron homenaje y tributo a los casi tres mil fallecidos que produjeron los atentados terroristas. Ahí estuvieron los managers de ambos equipos hace dos décadas Joe Torre y Bobby Valentine para lanzar a la par la primera bola del encuentro.
Los Yankees en 2001, habían ganado tres Series Mundiales en forma consecutiva, los acontecimientos del 11 de septiembre de aquel año, fueron un envión para el equipo que llegó a la cita en pos de cuarta Serie Mundial. Los Mets que en esos momentos eran los campeones de la Liga Nacional tuvieron una temporada de las que suelen hacer, para el olvido y lejos estuvieron de regresar esa temporada al Clásico de Otoño.
Por ello, me resulta necesario comentarlespara concluir una anécdota cercana al béisbol que sucedió en la Ciudad de Nueva York tras los ataques. Se trata del que quizá sea el lanzamiento de la primera bola de un juego de béisbol más emotivo y recordado con agrado y orgullo de un presidente de los Estados Unidos y que involucra también a uno de los nuevos miembros del Salón de la Fama del Béisbol.
El presidente George Bush hijo, tras haber sorteado la caída de las Torres Gemelas de Nueva York, el atentado al Pentágono a las afueras de la capital de su país y la caída en el estado de Pennsylvania del cuarto avión comercial que había sido secuestrado la mañana de aquel fatídico martes 11 de septiembre 2001, se dio a la tarea unas semanas después de lo ocurrido y en plena Serie Mundial, de asistir al Bronx la noche del 30 de octubre de 2001 vistiendo una chamarra azul de la alicaída y mermada policía de Nueva York (NYPD) bajo un enorme despliegue de seguridad y portando lógicamente un chaleco antibalas.
La idea de enviar un mensaje de fortaleza y apoyo a la ciudad herida y lastimada, y en general a sus compatriotas a lo largo y ancho de la Unión Americana de que la vida pese al dolor y la tragedia debía continuar y en especial remarcar que no estaban vencidos no obstante a la irrupción en suelo norteamericano con la violencia y crudeza de los ataques suicidas antes del inicio del tercer juego entre Yankees y Diamantes de Arizona, todavía en la llamada casa que Ruth construyó, fue un acierto y algo que logró pasar a la posteridad.
Cabe recordar que el presidente George W. Bush en sus años mozos fue un destacado jugador colegial de béisbol e incluso antes de entrar de lleno a la política fue accionista y directivo de los Rangers de Texas, por lo que su afición y gusto por el Rey de los deportes era más que conocido. Aquella noche defianles de octubre logró lanzar sin dificultad desde el montículo un strike perfecto que retumbó en la mascota de Tod Green el cátcher suplente de los de Nueva York cuya importante labor para el equipo era la de ayudar en la preparación y calentamiento de los lanzadores de relevo y que aquella noche tuvo sus cinco minutos de fama.
La jauría incontrolable en que suelen convertirse los asistentes al Yankee Stadium, siempre ávida de encontrar errores y fallas del rival o de provocarlos con su habitual hostilidad e intimidación no tuvo más remedio que estallar en júbilo y alegría ante la determinación y el buen lanzamiento al plato del Presidente Bush. Ese tan sólo fue el prólogo de aquellas tres noches de emoción y béisbol que se vivieron a plenitud en Nueva York. Tres juegos en los que los Yankees vinieron de atrás para ganar en forma dramática los encuentros.
La memorable e histórica escena que les he relatado, también tuvo un interesante antecedente, que pecando de indiscreto también les relataré.Cuando el estadio estaba lleno y deseando el regreso del equipo de casa, ya que había perdido los primeros dos juegos de la serie en Arizona, el Presidente Bush se encontraba en la casa club de los Yankees firmando autógrafos en pelotas de béisbol como si fuese un célebre jugador en el retiro mientras esperaba la hora indicada para hacer su aparición estelar y mandar al pueblo norteamericano una señal de unión, fortaleza y aliento. A escasos minutos de subir al montículo, se le acercó al Presidente Bush, el hoy miembro del Salón de la Fama Derek Jeter para saludarlo y preguntarle, si iba a lanzar la pelota desde el montículo o debajo de este. Bush con seguridad y aplomo le dijo que lo haría desde el montículo y en forma inmediata, Jeter le deseo suerte, pero antes de retirarse se acercó a su oído, para decirle: “No vaya a fallar y echarlo todo a perder, esto es el Yankee Stadium y si no llega la pelota al plato lo van a abuchear.” -esto que les narro, es algo que el propio presidente Bush ha confirmado en sus memorias- por lo que ante el consejo y advertencia que le hiciera el capitán de los de Nueva York, el presidente Bush. afirmaría que tras escuchar las palabras de Jeter, fue el primer momento aquella noche en que sintió miedo y presión por lo que iba a hacer.
Afortunadamente para el presidente Bush hijo, las palabras de Jeter le sirvieron para enfocarse y hacer bien su labor, y lo que hoy les comento a manera de epílogo, esuna forma más de entender que el capitán de los Yankees está hecho de otro material, el material que tienen quienes trascienden y quienes son capaces de ver allá, de lo que la mayoría de las personas logra apreciar y observar. El material y la preparación que te lleva si eres un beisbolista profesional al recinto de los inmortales.
CÍRCULO DE ESPERA
El próximo miércoles 15 de septiembre, es importante voltear la mirada al parque de los Piratas de Pittsburgh, pues en el encuentro que disputarán ante los Rojos de Cincinnati la totalidad de los jugadores,coaches y el manager de los de Pittsburgh habrán de portar el número 21 en sus camisolas de juego en honor al siempre querido y añorado Roberto Clemente.
La gran estrella nacida en Puerto Rico que abrió a base de esfuerzo y talento un camino que estaba vedado para los jugadores latinos, será recordado a casi cincuenta años de su desaparición física.
Para quienes no tuvieron la fortuna de haberlo visto jugar, este gesto y distinción es una buena forma de adentrase al jugador y de apreciar su grandeza dentro y fuera de los diamantes.Clemente a querer o no, es y será siempre un referente para todo el que aspira a jugar en el mejor béisbol del mundo.
No cabe duda que será emocionante ver a los Piratas no obstante estar una vez más marginados de la postemporada salir al campo con la responsabilidad de honrar a uno de los más grandes beisbolistas de todos los tiempos.
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