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Casa Llena

La música y el béisbol

Antonio Canseco

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“¿A dónde has ido JoeDiMaggio? Nuestra nación vuelve sus solitarios ojos hacia ti”

PAUL SIMON

Una mañana del ya muy lejano 1908 en el subsuelo de la Ciudad de Nueva York, el autor y letrista Jack Norworth, observaba con atención el bullicio y la algarabía con la que un grupo de personas se dirigían al juego de béisbol en el estadio Polo Grounds. De inmediato surgió en él el impulso y la inspiración para escribir al respecto; antes de culminar aquel viaje en metro ya había logrado confeccionar la estructura de una canción, pese a jamás haber ido, hasta ese entonces, a un juego de béisbol. Lleno de entusiasmo compartió sus avances con su socio el músico y compositor Albert von Tilzer, quien se dio a la tarea de musicalizar la obra. El binomio en un abrir y cerrar de ojos completó el trabajo.

La canción tuvo por título “Take me out to the ballgame”(Llévame al juego de pelota) y fue grabada en forma inmediata en los estudios Edison aquel año. Ni en sus mejores sueños Norworth y von Tilzerse habrían de imaginar que esa canción que inicialmente tuvo moderado éxito, con el paso de los años se convertiría, especialmente tras ser incorporada a los estadios de béisbol como parte del entretenimiento y diversión de los fanáticos en la segunda mitad de la década de los 30 llevando incluso a la realización de una película musical de la productora MGM que estelarizaron el notable bailarín Gene Kelly y la voz Frank Sinatra en 1949, en la tercera composición musical más escuchada de todos los tiempos en los Estados Unidos, solo por detrás del himno nacional de las Estados Unidos y la tradicional e infaltable canción de festejo de cumpleaños: “Happy Birthday to you” (Feliz cumpleaños a ti). De ese tamaño ha sido la trascendencia e impacto de su composición en el béisbol y en la vida de nuestros vecinos del norte.

Al adentrarme en los orígenes de la música en el juego de pelota descubrí que el padre del compositor Albert von Tilzer había sido un consabido organista y director de coros musicales de carácter religioso que no veía con buenos ojos las inclinaciones por la música comercial de su hijo. A grado tal que irremediablemente se distanciaron. Aquella separación física, paradójicamente, ha permitido gracias a la melodía que compusiera su hijo la vigencia y permanencia de ese instrumento musical ya en desuso y fuera de contexto en la mayoría de las Iglesias del mundo, con honrosas excepciones, pero de obligada presencia en los parques de béisbol desde 1941, en que el organista Ray Nelson lo introdujera una mañana del mes de abril para el deleite de los aficionados en el estadio Wrigley Field de Chicago.

Querido lector, he decidido abordar un tema poco común, pero muy cercano al béisbol, tal vez sea la llegada del verano; uno que espero, ya no sea para todos nosotros lleno de temor y confinamiento, pero en el que definitivamente debemos seguirnos cuidando, lo que me permite comentarles respecto de la productiva relación que ha existido desde hace largos años entre el rey de los deportes y la música.

Aquella primera composición que invariablemente suena en todos y cada uno de los estadios de béisbol de las Grandes Ligas, y es literalmente coreada en forma entusiasta y hasta desafinada por los fanáticos que asistimos a los parques de pelota antes de iniciar la parte baja de la séptima entrada de cada encuentro; no se trata de una añeja tradición que permanece y se repite juego tras juego en forma mecanizada, pues a decir verdad, ha constituido el punto de partida para una interminable lista de talentosos músicos, compositores y cantantes que a lo largo del tiempo y de las temporadas de juego, han sabido retratar las hazañas que se producen en los parques de pelota y también exaltar la carrera de grandes y destacados beisbolistas. Ideas y creaciones que como caudalosos ríos de inspiración nutren la inseparable relación de gozo y alegría que hasta nuestros días produce el exitoso dúo de la música y el béisbol.

Para quienes hayan asistido a un parque de béisbol, no les será difícil entender que las naturales pausas del juego son el aliado natural que da cabida y espacio a la música en los estadios. Tanto la ya comentada “Llévame al juego de pelota”, como muchas otras composiciones a lo largo de los años se han integrado al juego con el propósito de alentar a los equipos locales y a la par permitir a los aficionados y asistentes a los estadios disfrutar con mayor intensidad el juego.

En este relato, mención especial merecen los parques de pelota que han sido anfitriones de históricos conciertos musicales y que a querer o no, también representan un vínculo entre la música y el béisbol. Pocos son los amantes al Rock and Roll que no saben que en 1965 el cuarteto de Liverpool The Beatles dio un concierto en el ya desaparecido Estadio Shea, la otrora casa de los Mets de Nueva York, o que el compositor y cantante Billy Joel como parte de sus giras de conciertos apareciera frecuentemente en su amada Nueva York tanto en el estadio de los Yankees, como en el de los Mets, y ni que decir, del estadio de los Dodgers de Los Ángeles que en 1975 fuera sede de uno de los conciertos más significativos de la carrera del músico y cantante británico Elton John y que en el año 1994 se convirtiera en una gigantesca sala de conciertos donde los llamados tres tenores: Luciano Pavarotti, José Carreras y Plácido Domingo bajo la batuta del director nacido en la India Zubin Mehta. deleitaran con su repertorio a los asistentes a tan memorable función.

Si alguien fuera capaz de poner en duda el exitoso binomio que representan la música y el béisbol, debo afirmar que lo que sucede en un campo de juego ha sido fuente de inspiración para músicos y compositores de la talla de Bruce Springsteen (Glorydays), John Fogerty (Centerfield), Bob Dylan (Catfish), Randy Newman (The natural), Kenny Rogers (The greatest) y Terry Cashman (Talkin baseball) por tan sólo mencionar a algunos de los músicos y de las composición es que han producido grandes regalías, vendido discos y sonado incansablemente; además de haber encontrado en el pasatiempo favorito de los norteamericanos el hilo conductor de entrañables melodías y tonadas que han perdurado en el gusto de los aficionados.

En otras ocasiones, han sido circunstancias ajenas al béisbol, las quehan unido a ciertas composiciones musicales con el juego de pelota. Se trata de canciones cuya concepción no tiene un vínculo aparente con el béisbol, pero que han llegado a ser o tener mayor importancia y trascendencia en el juego de pelota y la afición que muchas de las canciones que fueron especialmente elaboradas en honor al béisbol; como en el caso de “Mrs. Robinson” ( Sra. Robinson) y “SweetCaroline” (Dulce Carolina).

En 1967, el director de cine Mike Nichols estaba culminado la filmación de su película “El Graduado”, hoy todo un clásico y que en el aquel entonces significó el debut cinematográfico de Dustin Hoffman. El director le había solicitado al dúo de “Simon & Garfunkel” que compusieran un par de canciones para la banda sonora de la película. Paul Simon y Art Garfunkel activos desde 1955 y con algunos éxitos en su haber recorrían su país en busca de fama y más adeptos mientras veían con preocupación que los días para cumplir el compromiso dramáticamente se acortaban. Paul Simon compositor de la letra y música de las canciones del dueto, se reunió con Nicholsen Nueva York para hacerle entrega de la canción “The Sound of Silence” (Los sonidos del silencio), esperando que esa obra, que a la postre resultó un sonoro éxito discográfico, fuera suficiente para convencer a Nichols de que sólo le habrían de entregar una canción, en vez de las dos solicitadas para la película. El director tras escucharlo, no aceptó las razones del músico y le requirió la segunda canción pactada, Simon, ciertamente preocupado y apenado por la falla, le dijo que no tenía tiempo de componer otra porque la gira ya estaba en marcha, pero que había estado trabajando tiempo atrás en una canción inspirada en Eleanor Roosvelt la viuda del presidente Franklin Delano Roosvelt. Tras escuchar Mike Nichols el esqueleto de esa canción, con la agudeza que le caracterizaba, le dijo al compositor, que en ella tenía lo que buscaba, pero que requería un ajuste, se llamaría a partir de ese instante Señora Robinson como el nombre de la protagonista de su película. El resto es historia, pues tanto el filme, como la composición habrían de marcara toda una generación y aquella estrofa dedicada a Joe Dimaggio, que hoy sirve de introducción a este artículo, permitió en forma instantánea e inmediata su adopción y uso en el mundo del béisbol. Tan es así, que es habitual y hasta esperada su interpretación en el juego inaugural de cada temporada regular en el estadio de los Yankees de Nueva York.

El legendario compositor y cantante Neil Diamond nacido a principios de la década de los años cuarenta y que ha vendido más de trescientos millones de discos a lo largo de su prolífica y destacada carrera, ha tenido en “Sweet Caroline” (Dulce Carolina) el mayor de sus éxitos. Esa canción que compuso y escribió en 1969 se pensó por décadas que había sido inspirada en alguna de las entidades de la Unión Americana que tiene por nombre Carolina; sin embargo, fue el propio compositor quien despejó la incógnita en una entrevista que tuvo lugar a principios del presente siglo XXI al confesar que si bien había creado la canción pensando en la que entonces era su esposa, la melodía requería un nombre propio de mujer de tres sílabas, por lo que necesariamente tuvo que descartar el de Marcia, que era el nombre de pila de su esposa, en busca de uno que fuera el complemento perfecto para la composición. Tras mucho buscar y poco lograr, accidentalmente observó en una revista la imagen en blanco y negro de la hija mayor del ya fallecido Presidente John F. Kennedy, Caroline Kennedy e inmediatamente supo que había encontrado el nombre que buscaba para completar su canción.

Cuando el oriundo de Brooklyn, hizo esta revelación, además de confirmar que nadie es profeta en su tierra, la canción que había sido un éxito décadas atrás fue asumida como propia por el estado de Massachusetts y en especial por su capital Boston. Así que desde entonces empezó a escucharse con frecuencia en los juegos de local de los Medias Rojas. Pero fue la presencia del propio Diamond en el Fenway Park, la casa de los de Boston tras el atentado terrorista que tuvo lugar en la meta del maratón de esa ciudad en el año en 2013, lo que produjo en forma definitiva su permanencia en el parque de pelota y en el corazón de sus aficionados. Desde entonces, la canción se escucha en el parque como un himno, al que suelen esperar con paciencia los asistentes al juego de pelota sin importar el resultado en el marcador del encuentro, pues invariablemente al llegar la parte baja de la octava entrada con gran emoción y al unísono suelen entonar: “SweetCaroline… oh, oh, oh,good times never seem so good!” (Dulce Carolina, ¡los buenos tiempos, nunca han sido tan buenos!).

Tras lo hasta ahora comentado, me queda claro que entre más escribo, menos abarco en torno al tema y ante tal preocupación, de irremediablemente fallar en el intento me daré a la tarea de enumerar algunas de las composiciones que se pueden disfrutar y cantar en los parques de béisbol de las Ligas Mayores:

En el Oracle Park la majestuosa casa de los Gigantes de San Francisco, son y serán siempre un referente musical el gran Tony Bennett y su icónica “I left my heart in San Francisco” (dejé mi corazón en san Francisco) y el himno de batalla “Don’t stop believin” (No dejes de creer) que invariablemente es una llamada al equipo local para que salga a ganar los encuentros en las últimas entradas y que en juegos de postemporada y Serie Mundial incluso ha interpretado el otrora líder de la banda Journey Steve Perry.

En el estadio de los Dodgersde los Ángeles, se puede escuchar tanta música a lo largo de un juego que resulta prácticamente imposible enumerarla, pero sin lugar a dudas destacan la famosa y exitosa canción de Randy Newman “I love L.A.” (Yo amo Los Ángeles), Hotel California la canción que compusiera Don Henley en uno de sus viajes a Todos Santos, Baja California Sur y que inmortalizara el Grupo The Eagles y “Can’t stop the feeling” (No puedo detener el sentimiento) interpretada por Justin Timberlake.

Ya les he comentado la tradición musical que reina en el estadio Fenway la casa de los Medias Rojas de Boston, más sin embargo durante el juego de pelota también es fácil reconocer melodías como “Modern” Love (Amor moderno) interpretada por David Bowie o la creación del grupo Creedance Clearwater revival “Fortunate son” (Hijo afortunado).

En el nuevo estadio de los Yankees, también la música está garantizada, especialmente en las últimas entradas de los encuentros, pues antes de empezar la sexta entrada y precisamente cuando la cuadrilla que se encarga del cuidado del campo hace su aparición es posible escuchar a todo volumen el éxito del Grupo Village People “YMCA” Con la llegada la parte baja de la séptima entrada desde que ocurriera el ataque terrorista que derribara las Torres Gemelas y hasta el día de hoy, prácticamente 20 años después, puede escucharse la canción “God bless America “ (Dios bendiga América) ligada al tradicional “Llévame al parque de pelota” e invariablemente al final de cada encuentro y sin importar si ganaron o perdieron los locales se puede escuchar de principio o a fin la canción New York, New York en la voz e interpretación del único, irrepetible y inigualable Frank Sinatra.

Hasta aquí la recopilación de canciones ligadas al juego de pelota, pero esta vez quiero aprovechar las herramientas y ventajas tecnológicas de que disponemos, para que a manera de epílogo y sin tener que dejar todo a la imaginación, podamos disfrutar una y otra vez todas las canciones que les he comentado y muchas más relacionadas con el béisbol a través del uso de la plataforma Spotify en el playlist Séptima Entrada / Casa llena con tan solo utilizar la liga que he dejado para ustedes. ¿Quién dijo? otra, otra, otra…


Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MEDIOTIEMPO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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