“Un pueblo sin tradición, es un pueblo sin porvenir”
Alberto Lleras Camargo
Hay prácticas, hábitos y formulismos que dificilmente se abandonan u olvidan. El béisbol es una de las actividades y deportes profesionales que conserva con mayor fidelidad y hasta nuestros días una serie de ritos y ceremonias que constituyen parte de la esencia y el encanto del juego de pelota. Me refiero entre otros a la reunión previa de umpiers y managers en el plato para discutir las reglas del campo y presentar el orden al bat de los equipos que habrán de enfrentarse, algo que hasta en los llanos aún se recrea, o el lanzamiento de la primera bola antes del comienzo formal de cada partido. Si bien se trata de convencionalismos que se repiten sin cesar, los mismos tuvieron una razón ser y un origen.
Tal vez, querido lector, en alguna ocasión te habrás preguntado ¿cómo es qué se dió el lanzamiento de la primera bola en los juegos de béisbol? O bien ¿cómo es qué se originó la tradición de que el presidente de los Estados Unidos acudiera al partido inaugural de la temporada profesional de béisbol para hacer un lanzamiento previo al inicio del partido? La respuesta a ese histórico hecho y arraigada costumbre que funcionó en forma prácticamente ininterrumpida durante 100 años en el béisbol profesional de los Estados Unidos, simple y sencillamente fue resultado del gusto y afición por el denominado Rey de los deportes que sentía el presidente norteamericano William Howard Taft.
Fue en el mes de abril de 1910, que el presidente Taft, -el mismo que se reuniera en Ciudad Juárez, Chihiuahua con el presidente de México Porfirio Díaz (16 de octubre de 1909)- hizo por primera vez el lanzamiento de una bola como acto inaugural de una temporada de béisbol. Aquel gesto tangible como lo ha sido por décadas el cortar un listón inaugural de algún inmueble u obra terminada, tuvo una enorme repercusión y trascedencia mayormente por haberlo realizado el presidente en funciones de los Estados Unidos de América. Ese primer lanzamiento que fue ejecutado por Taft desde un palco ubicado cerca de la tercera base en el Estadio Griffith en Washington antes del inicio del encuentro entre los visitantes Atléticos de Filadelfia (hoy Atléticos de Oakland) que dirigía el legendario Connie Mack y los locales, ya desaparecidos Senadores de Washington se convirtió en el origen de una importante tradición en el béisbol.
El lanzamiento del que hago remembranza fue recibido a unos pasos de distancia por la gran estrella del montículo de los Senadores Walter Johnson, que hasta el día de hoy es consierado el mejor beisbolista que haya defendido la franela de cualquiera de los equipos profesionales que ha tenido como sede la ciudad ubicada en los margenes del río Potomac. Aquel día de primavera, en que se hizo historia, el también llamado “Big Train” lanzó una blanqueada y juego completo de tan sólo un hit de para llevar a los locales a un triunfo de 3 carreras a 0.
Tanto para los asistentes al estadio, como para la prensa lo realizado por el presidente Taft en el parque de pelota no pasó desapercibido, pues incluso cuando el jefe del ejecutivo se levantó de su asiento antes de iniciar la parte baja del séptimo inning (luego se sabría que con el único propósito de estirar las piernas) en forma automática el resto de los asistentes también se pusieron de pie, primordialmente en señal de respeto al mandatario, pero también expectantes de lo que fuera a realizar. Literalmente, el tiempo se detuvo y por ende las acciones del encuentro también; unos minutos más tarde el presidente norteamericano volvió a tomar su asiento y continuó con toda normalidad disfrutando del juego hasta caer el último out del encuentro. Aunque no sean capaces de creerlo, aquella interrupción o pausa en el juego, también se convirtió en una tradición que permanece hasta nuestros días a la que se le conoce como “seven inning strecht” y que constituye hacer una pausa de mayor duración a la que habitualmente se hace entre la parte alta y la parte baja del resto de las entradas de un juego de béisbol.
Debo insistir que el presidente Taft no acudió al juego de pelota con el ánimo de convertir su presencia en un acto político o de proselitismo, sino por gusto y convicción, pues en sus años universitarios se distinguió como un poderoso lanzador en la Universidad de Yale. Tras esa primera visita al parque, el presidenteTaft regresó para el inicio de la temporada de 1911 y no asistió para el inicio de la campaña 1912 en señal de duelo debido al hundimiento del barco de pasajeros Titanic, que se había producido tan sólo unos días del inicio de esa campaña cerca de las costas de Terranova en Canadá y que hasta ese entonces era la mayor tragedia que había vivido el pueblo norteamericano como nación independiente; sin embargo, el par de lanzamientos que ya había realizado dejaron bien sembrada la semilla de una tradición.
Para el inicio de la temporada 1913, un nuevo presidente norteamericano habitaba la Casa Blanca, Woodrow Wilson, quien de buena gana asisitó al parque de pelota para ejecutar el lanzamiento de la primera bola en el juego inaugural de los Senadores de Washington, hecho y circunstancia que vino a consolidar la presencia de los subsecuentes presidentes norteamericanos sin importar su filiación partidista en el juego inaugural de la temporada regular de las Grandes Ligas en la capital de los Estados Unidos. Los presidentes Harding, Coolidge, Hoovert, Franklin Delano Roosvelt –por cierto el único presidente norteamericano en haber servido a su país en cuatro distintos períodos presidenciales- Truman, Eisenhower, el admirado y malogrado John F. Kennedy, quien fue el último ejecutivo federal en haber realizado el lanzamiento de la primera bola de una temporada regular en el viejo Parque Griffith y el primero en hacerlo en un nuevo parque originalmente llamado D.C. Stadium en la capital de los Estados Unidos, que paradójicamente años más tarde sería rebautizado con el nombre de su hermano Robert Francis Kennedy (RFK) tras el atentado que lo privó de la vida en junio de 1968 cuando aspiraba a la candidatura del partido demócrata a la presidencia de su país.
La gran mayoría de nosotros conocemos del trágico magnicidio que privó de la vida al presidente John F. Kennedy en noviembre de 1963, hecho que trajó como consecuencia que su vicepresidente Lyndon B.Johnson, asumiera en forma inmediata el cargo de presidente de los Estados Unidos con la obligación de culminar el período presidencial de su compañero de fórmula, para luego triunfar en las subsecuentes las elecciones presidenciales y ser formalmente electo como presidente de los Estados Unidos por otro período. En su administración, el oriundo de Texas, además de preservar las tareas en pro de los derechos civiles y la carrera espacial a la luna que había encaminado JFK, se convirtió en el último mandatario norteamericano en hacer el lanzamiento de la primera bola de un juego inaugural en la capital de los Estados Unidos en varias décadas, esto por la desaparición de los Senadores de Washington, que se mudaron al estado de Texas con el nombre Rangers para el inicio de la temporada de1969.
Al no contar con un equipo en la capital de los Estados Unidos los presidentes Nixon y Ford mantuvieron vigente la tradición, pero en otros parques y ciudades de los Estados Unidos, aún conservado el formato original de hacer el lanzamiento desde un palco del estadio cercano a la tercera base. Un caso a parte y la primera excepción resultó la gestión del presidente demócrata James Carter, pues desde que se instauró la tradición, ningún jefe del ejecutivo norteamericano había dejado de lanzar al menos, en una ocasión la primera bola de un juego inaugural de temporada regular, sin embargo, el oriundo del estado de Georgia rompió aquella cadena de apariciones presidenciales sin una causa aparente y trató de subsanarla antes de culminar su presidencia al lanzar la primera bola del séptimo juego de la memorable Serie Mundial de 1979 entre los Orioles de Baltimore y los vencedores Piratas de Pittsburgh.
Al iniciar la década de los años ochenta, el presidente Ronald Reagan retomó el camino y además decidió ponerle su sello distintivo a la ceremonia al convertirse en el primer presidente de los Estados Unidos en subir al montículo para hacer el lanzamiento de la primera bola de un juego inaugural desde el lugar del pitcher en el mítico estadio Wrigley de Chicago. Si bien es cierto, que el republicano durante su carrera actoral filmó la célebre película sobre la vida del legendario pitcher Groover Cleveland Alexander, también lo es que nunca se distinguió por tener habilidades atléticas o deportivas, sin embargo ante la atenta mirada de un estadio abarrotado que aún no contaba con postes de energía eléctrica y jugaba la totalidad de sus encuentros de día, el Presidente Reagan ejecutó el lanzamiento sin dificultad alguna para así implementar una nueva modalidad a la tradición, misma que los presidentes norteamericanos que le sucedieron tuvieron el valor y la capacidad física de replicar, es decir, subir a la llamada loma de las responsabilidades para desde ese lugar realizar el lanzamiento inaugural de una temporada de la MLB.
Su sucesor George Bush padre, fue el primero y hasta el momento el único presidente norteamericano en llevar el lanzamiento de la primera bola de un juego inaugural de temporada fuera de los Estados Unidos habiendo lanzado la primera bola de la temporada 1990 en el entonces recién edificado Skydome de Toronto en Canadá, que es hoy con otro nombre todavía la sede y casa de los locales Azulejos.
El demócrata Bill Clinton durante su mandato realizó el lanzamiento inaugural de la primera bola en 8 parques distintos de la Unión Americana y será siempre gratamente recordado tanto por su alegre presencia, como por haber degustado como ningún otro mandatario norteamericano de la comida rápida que se vende en los estadios de béisbol.
George Bush hijo, de reconocida afición al béisbol y que incluso durante algunos años formó parte del grupo de accionistas que tenía en propiedad a los Rangers de Texas cumplió a cabalidad con la tradición ya que durante todos los años de su gestión estuvo presente en el juego inaugural de cada campaña de la MLB, destacando su presencia en el primer juego de la temporada de 2005 en la capital de los Estados Unidos que vió regresar un equipo de la Ligas Mayores a Washington; sin embargo, siempre se le recordará por haber hecho acto de presencia en el tercer juego de la Serie Mundial de 2001 en el original Yankee Stadium a pocos días de haber ocurrido el atentado terrorista que provocó la caída de las Torres Gémelas y donde ejecutó uno de los lanzamientos de la primera bola de un juego más memorables de un presidente de los Estados Unidos por la emotividad y calidad de su lanzamiento.
Finalmente el presidente Barak Obama, más conocido por su afición al básquetbol, pero con una enorme simpatía por los Medias Blancas de Chicago debutó en el lanzamiento de la primera bola, en el Juego de Estrellas de la temporada 2009 en el estadio de los Cardenales de San Luis y por única vez durante los ochos años de gestión hizo el lanzamiento de la primera bola de un juego inaugural, en la temporada 2010 en el estadio de los Nacionales de Washington, precisamente en la temporada donde se cumplió el centenario de la tradición beisbolera que hemos recorrido. Desde aquella ocasión, en la que el elocuente y brillante presidente Obama no salió bien librado como consecuencia de un grave error de cálculo por la gorra que portaba y que le produjo un recibimiento entre aplausos y abucheos, ningún otro presidente de los Estados Unidos ha vuelto a lanzar la primera bola de un juego inaugural de temporada de la MLB.
La historia reciente es fácil de recordar, Donald Trump que se distinguó en su época de empresario inmobiliario de la Ciudad de Nueva York por ser un inivitado habitual al estadio de los Yankees para hacer el lanzamiento de la primera bola en encuentros de temporada regular, como presidente de los Estados Unidos declinó sistemáticamente toda invitación para lanzar la primera bola de un juego inaugural durante las temporadas de béisbol que duró su gestión. Es más, recuerdo que tras haber sido anunciada su presencia para lanzar la primera bola del quinto juego de la Serie Mundial de 2019 entre los Nacionales de Washigton y los Astros de Houston en la capital de los Estados Unidos, el presidente Trump prefirió no hacerlo y únicamente acudir al encuentro para observarlo desde un palco. Aquella noche de octubre cuando el sonido oficial del parque dio cuenta de su presencia en el parque y la enorme pantalla del estadio mostró su imagen y la de su esposa la gran mayoría de los asistentes le brindó un sonoro abucheo que se pudo escuchar a varias cuadras de distancia y no satisfechos con lo anterior, un considerable grupo de personas que estaban en el estadio en forma espontánea empezaron a gritar a coro: “lock him up” que en buen catellano se traduciría como “enciérrenlo” en alusión a su controvertida gestión y a la posible comisión de delitos. Un acontecimiento que sin lugar a dudas constituyó una de las mayores faltas de respeto a la investidura de un presidente en funciones de los Estados Unidos de que se tenga memoria. Trump al no haber realizado nunca ese primer lanzamiento se convirtió a querer, o no, en el único presidente norteamericano en no haber honrado y cumplido con la noble tradición de lanzar la primera bola de un juego de béisbol de la MLB durante su mandato, poniendo fin a la cadena de presidentes que lo hicieron durante una centuria.
Por su parte, el actual presidente de los Estados Unidos Joe Biden, que es un reconocido aficionado al béisbol y a los Phillies de Filadelfia tampoco ha hecho acto de presencia en un parque de béisbol de la MLB a lo largo de su gestión. El contagio de Covid-19 en un importante número de jugadores de los Nacionales de Washington al inicio de la campaña de 2021, que incluso pospuso por algunos días el arranque de la campaña para ese equipo fue el motivo que impidió su presencia en el parque de pelota aquella temporada. La invasión a Ucrania por parte de Rusia tampoco permitió que el año pasado se presentara al juego inaugural de la campaña 2022 y para el inicio de la presente temporada 2023 su presencia tampoco pudo concretarse, en mayor medida por el fallecimiento del dueño de los Nacionales Ted Lerner hace poco más de un mes. Lo que significa por simple aritmética que la oportunidad para que el presidente número 46 de los Estados Unidos reinstauré la tradición de lanzar en el juego inaugural de una temporada de la MLB se limita al inicio de la temporada 2024, al menos, mientras no decida buscar elegirse por otro término y logre ser reelecto como presidente de los Estados Unidos.
¿Habremos presenciado el fin de una tradición y era sin siquiera habernos dado cuenta de ello?¿Alguna vez volveremos a observar a un presidente de los Estados Unidos lanzar la primera bola en un juego de la MLB? La respuesta a esas interrogantes francamente la desconozco, lo cierto es que esas respuestas solamente las podremos saber gracias al inexorable paso del tiempo.
CÍRCULO DE ESPERA.
¡El valor de los equipos y las franquicias de béisbol! A principios del presente año se cumplieron cincuenta años de que el empresario naviero oriundo del estado de Ohio, George Steinbrenner comprara a la CBS sus acciones del equipo de béisbol Yankees de Nueva York en la millonaria suma de 10 millones de dólares, una cifra hasta ese entonces nunca vista por la compra de un equipo profesional de béisbol. Lo anterior sería un mero dato anecdótico o una de las tantas efemérides que se acumulan con el paso del tiempo. Sin embargo, aquella inversión que le permitió tomar control del equipo y darle un nuevo rostro a la franquicia ha dado frutos en forma exponencial, dado que hoy en día y pese a que los avecindados en el Bronx tienen ya trece largas temporadas sin asistir a la Serie Mundial un estudio reciente de la revista Forbes ha revelado que si alguien tuviera la intención de comprar a los Yankees tendría que desembolsar la nada modesta suma de 7 mil millones de dólares por el equipo. Un valor comercial que los convierte en el equipo profesional de mayor valía en el planeta tierra. Su rival de Liga y División los Medias Rojas de Boston han sido valuados en 5 mil millones de dólares, mientras que los Dodgers de Los Ángeles han quedado en un cercano tercer lugar al alcanzar un valor comercial de 4 mil 890 millones de dólares. ¿Quién en su sano juicio habría alguna vez podido imaginar que un equipo de béisbol lograría valer miles de millones de dólares? No cabe duda que el célebre cantautor originario de Brooklyn, Neil Diamond, ahora en retiro, tenía aboslutamente la razón al afirmar en una de sus más escuchadas composiciones: “Forever in Blue Jeans” que el dinero habla. (Money talks).
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