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Casa Llena

El peculiar y único lenguaje del béisbol

Antonio Canseco

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“Lo indecible me será dado solamente a través del lenguaje”

Clarice Lispector

Si bien es cierto que el béisbol es más conocido por el uso jugada a jugada del denominado lenguaje no verbal, gracias a la implementación de las consabidas señales. También es cierto, que mundialmente en el juego de pelota se utiliza desde el más humilde campo de Ligas pequeñas y hasta el mejor parque de Grandes Ligas un lenguaje único y peculiar con objeto de precisar las incidencias del encuentro y en otros casos como motivación y apoyo a los compañeros de equipo.

Indudablemente querido lector, que es la naturaleza del béisbol, gracias al constante intercambio de posiciones a la ofensiva y a la defensiva (entradas), pero sobre todo de las naturales pausas que se dan jugada a jugada, una especie de silencios dentro de una partitura musical que permiten ligar las siguientes notas de la composición, es lo que ha permitido a legiones enteras de jugadores de béisbol comunicarse, interactuar e incluso divertirse entorno a un diamante.

Seguramente como aficionado al béisbol es muy probable, que ni siquiera asistiendo a un parque de pelota hayan sido capaces de escuchar ese diálogo entre compañeros de equipo y rivales, o haber podido apreciar a ras de pasto ese lenguaje coloquial que tiene una connotación distinta a la interpretación literal de las palabras, pero quienes hemos tenido la fortuna de jugar este maravilloso deporte y vivirlo en carne propia, lo sabemos y conocemos y a veces como en mi caso, lo extrañamos constantemente.

Frases como: “¡viene bolero, vine bolero!” (en alusión a que el lanzador está descontrolado) o “Ya la viste, ya la viste, sólo a una se le da” (en señal de apoyo al compañero de equipo que se encuentra en la caja de bateo tratando de conectar la pelota) se suelen escuchar en repetidas ocasiones a lo largo de un juego de béisbol; así como otros tantos singulares y extraños vocablos utilizados para pedir un guante (manopla, manilla, mascota en el caso del catcher y newman en el caso del primera base), un bate (bat, carabina, macana, madero, tolete, majaua) y hasta una pelota (bola, doña blanca, la de las costuras), se trata de manifestaciones que expresan ideas y sentimientos por medio de la palabra, algo que como bien sabemos, es una de las capacidades reservadas en exclusiva para los seres humanos y que desde tiempos ancestrales nos ha permitido comunicarnos y entendernos (el lenguaje).

Todos al nacer, tuvimos acercamiento y contacto con el lenguaje en casa, fueron nuestros padres, abuelos y hermanos los que nos adentraron a ese mundo, un acercamiento y práctica totalmente empíricos, pues tanto la teoría como y el conocimiento académico lo tuvimos a bien recibir mayormente en las aulas. Y es ahí, donde hoy especialmente me haré una mención y recuerdo, pues en mi caso, mi acercamiento al lenguaje y lo vivido en aquellos años de educación primaria fue un regalo que me marcó y que me ha permitido con el paso de los años cultivar el aprecio por nuestra lengua, a grado tal que he sido capaz de escuchar y retener frases tan extrañas, como absurdas, que solamente pueden tener sentido en un juego de pelota, tales como: “se fue pa la calle” (en alusión a haber conectado un cuadrangular o home run) “le quemaron el madero” (en referencia a que el bateador fue dominado por los lanzamientos a gran velocidad del pitcher contrario), “ese equipo anda en la carretera” (cuando un equipo está de gira y jugando de visitante), “tienes cuadro, tienes cuadro” (en señal de apoyo y confianza al pitcher para que sepa que sus compañeros lo habrán de respaldar con sus jugadas a la defensiva), “pelota de dos, pelota de nadie” (en alusión al hecho de que cuando dos jugadores buscan atrapar la pelota generalmente elevada sin ponerse de acuerdo, es muy común que ninguno logre quedarse con ella y el bateador pueda llegar a salvo a las bases), “le dieron pasaporte” (cuando un jugador recibe una base por bolas) “chocolate” o “ponche” (cuando un bateador es puesto out sin haber conectado la pelota y por la vía de los tres strikes) y muchas, muchas más.

Y es que cuando yo inicié mi educación primaria, mi madre pasados los cuarenta años de edad y teniendo bajo sus hombros la responsabilidad y cuidado de nuestra numerosa familia, decidió estudiar la preparatoria; ella que ya tenía que lidiar con las labores del hogar, además de atender a su esposo, siete hijos y velar por nuestra formación y crecimiento, incluso solía también ser nuestro chofer y medio de transporte decidió estudiar pese a todos los obstáculos ya mencionados. Por lo que para mí fue muy extraño al hacer mis pininos en el mundo escolar tener que hacer la tarea en la mesa del comedor de la casa a lado de mi madre que también hacía la propia. Ella en un abrir y cerrar de ojos concluyó la preparatoria y no satisfecha, ganó su lugar en la Universidad Nacional Autónoma de México donde se matrIculó para estudiar la carrera de Lengua y Literatura Española en en el entonces novedoso “Sistema abierto”. No me pregunten ¿por qué? pero la gran mayoría de la veces que tenía mi madre que asistir en la tardes y en las noches a tomar clases a la Universidad, yo iba con ella, como su fiel escudero y acompañante. Durante esos cuatro años de estudio vespertino me convertí sin si quiera pretenderlo en un oyente frecuente en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de nuestra máxima casa de estudios.

Recuerdo con admiración absoluta las disertaciones de la maestra María Andueza que impartía la catedra de filología, a esa brillante y carismática persona que amaba y dominaba la lengua castellana y que había venido de España tiempo atrás para desarrollar su labor docente en nuestro país, le hacía enorme gracia que en su salón un niño estuviera presente. Yo le oía entre pasmado e intrigado hablar con total soltura de fonemas y gramemas en sus exposiciones, cuando por la mañana en mis clases no solía pasar del sujeto y predicado. Definitivamente esa experiencia de acudir a tan temprana edad a la universidad amplió sin lugar a dudas mis horizontes y ayudó a formar mis gustos y aficiones.

Fue en los pasillos pintarrajeados de esa extraña y siempre convulsionada facultad donde conocí y estreché con admiración la mano del gran escritor nacido en el estado de Jalisco, Juan José Arreola. Cierro mis ojos y todavía le recuerdo como un huracán humano de franca sonrisa que ataviado con larga capa negra, sombrero de cordobés y bastón se plazeaba en la facultad con absoluto dominio y control del tiempo y el espacio. Años más tarde por mi cuenta leería: La feria y El bestiario y mi admiración por el maestro que dominaba también el ajedrez y el tenis habría de crecer y perdurar.

Pero volvamos al campo de juego y su lenguaje, no siempre es grato escuchar si se está al bat. “Ahí está el pan” ( en alusión a que se tiene algún defecto o debilidad al batear) o escuchar a los contrarios y hasta el ampáyer decir: “vine al bat el out por regla” (en alusión a un jugador que difícilmente logra llegar a las bases), “no es piñata” (al bateador que tiene debilidad por los lanzamientos altos) o “no estamos Navidad” (con relación al mismo defecto en la forma de batear y en alusión directa a las posadas y al tradicional festejo que implica romper piñatas), “es nuestro caballo” (cuando se hace referencia al mejor lanzador o bateador del equipo) “la batería” (al referirnos a la dupla que forman pitcher y catcher) “la llave” (la dupla que conforman el short stop y el segunda base), “una doble matanza” (conseguir dos outs en una misma jugada o doble play), “filder” (para señalar a alguno de los jardineros del equipo) “patrullero” (también en referencia a a alguno de los jardineros del equipo) “batear basura” ( cuando existe la expectativa de conectar un batazo y no ser capaz de hacerlo e incluso no ser capaz de producir carreras para el equipo), “dar un Texas” (en alusión a batear un elevado corto y sin gran altura que termina por caer en el campo sin que pueda ser atrapado por los jugadores de cuadro y los jardines), “dar un podridito” (batear un elevado de las mismas características que el inmediato anterior, pero que si logra ser atrapado y por lo tanto, contabilizar como out), o irse “por la ruta de la vergüenza” ( es decir, ser out tras conectar una rola al pitcher que a a su vez envía la pelota al primera base para completar la jugada).

Otros destacados maestros con los que mi madre estudió su carrera y tuve la oportunidad de escuchar y algo aprender aunque fuera por ósmosis fueron el escritor Eduardo Casar quién en aquel un entonces era un joven maestro universitario con menos de 30 años de edad y al que seguramente han visto o escuchado en el programa cultural de canal 22 “La dichosa palabra” y por supuesto el reconocido y admirado escritor Gonzalo Celorio cuya trilogía de novelas respecto a su familia (Tres lindas cubanas) (El metal y la escoria) y (Los apóstatas) son muestra inequívoca de su capacidad y talento. Y quien por extraño que les parezca preside el día de hoy la Academia Mexicana de la Lengua. Tal vez sea por eso, por lo vivido y acontecido en esas aulas a tan temprana edad es que haya tenido la capacidad suficiente para absorber el lenguaje de los campos de béisbol, aún por lo banal e intrascendente que para otros a la distancia pudiera haber resultado tal léxico.

Para mi haber escuchado a mis compañeros de equipo e incluso a los cronistas deportivos decir frases como: “no trae nada en la pelota”, “lo bajaron a palos de la loma” “está en la loma de las responsabilidades” “trajo el manager un serpentinero derecho” o que tal o cual jugador “conectó un vuelacercas en su primer turno” o que logró “batear una película de cuatro esquinas” o que “ejecutó a la perfección un sacrificio” o que a tal o cual equipo “le sacaron la escoba” así como otras frases un poco más elaboradas y algo misteriosas tales como: “lo pescaron como a un chino” o “lo dejaron como al chinito no más milando” que pienso yo originalmente nada tenían que ver con el juego de béisbol y que seguramente se crearon y acuñaron en las tintorerías que tenían y atendían los primeros migrantes que vinieron de China a América, fue más que divertido.

Pero así como hay frases exclusivas del juego, hay muchas otras que creadas en los diamantes que utilizamos en forma cotidiana y que integran parte de nuestro habitual lenguaje como: “vine de pisa y corre” (en alusión a que se trata de una visita rápida o apresurada) “tenemos casa llena” (que utilizamos, incluso el autor de esta columna para referirnos a que está lleno o atiborrado un lugar, un espacio, una fiesta, un restaurante, o incluso nuestro hogar), “Estás fuera de base” (cuando se hace referencia a una persona que está desubicada), “alégale al ampayer” (cuando tenemos una situación que nos parece injusta, pero sabemos que definitivamente no será modificada), “estar en la banca” (para referirnos a alguien que esta desempleado o sin ocupación) “ Estar en los extrainnings” (que se dice a manera de burla o broma cuando se hace referencia a personas de edad avanzada o enfermas de gravedad), “Batear de emergente” (cuando se suple o se cubre a alguien destinado a realizar una actividad), “Ni pichas, ni cachas, ni dejas batear” (cuando se hace referencia a una persona que estorba o impide la realización de tareas y actividades tanto suyas como de otros), e incluso algunas que son despectivas y discriminatorias y que enumeraré, pero no habré de describir su connotación por respeto, tales como: “batear de zurdo” “correr a tercera” o “batear de ambos lados.”

Me permiten afirmar que el béisbol ha trascendido más allá del campo de juego, más haya de las hazañas deportivas y del disfrute que significa para muchos practicarlo, pues a querer o no, y a las pruebas me remito, el béisbol también es cultura.

Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MEDIOTIEMPO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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