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Casa Llena

El juego detrás de home

Antonio Canseco

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“El béisbol es 90% mental, la otra mitad es físico”

Yogi Berra

No hay posición más desgastante y demandante en el béisbol que la de catcher o receptor. Jugarla no solo requiere de una habilidad natural, sino de la fortaleza física suficiente para sobrellevar la mitad del juego en cuclillas. Además de contar con un poderoso brazo que mantenga pegados a las bases a los corredores enemigos, y ser requisito indispensable para destacar el poseer un elevado nivel de concentración, gran personalidad y la capacidad mental suficiente para encaminar lanzamiento tras lanzamiento a su pitcher.

Una parte significativa e importante de cada juego querido lector, es cubierta por ese binomio, conocido en la jerga beisbolera como “la batería”, pues es la complicidad y entendimiento de pitcher y catcher lo que nutre y alimenta todo partido, siendo el motor que permite entretejer la trama y el destino del juego a lo largo de las nueve entradas.

Dadas las enormes cualidades y exigencias de la posición, resulta más que evidente que no cualquiera pueda jugar detrás del plato y menos aún, destacar a nivel profesional. Son tan sólo 19 los receptores, que a lo largo de la prolífica historia de este deporte, los que han conseguido la inmortalidad en el Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown. Un hecho que deja muy en claro las complicaciones y exigencias de esta posición, en la que hoy nos adentraremos.

De todos los catchers de la historia, ninguno resulta tan destacado, peculiar y longevo que Yogi Berra. El inmortal número (8) de los Yankees de Nueva York que jugó 19 temporadas como receptor y cuyos números son colosales tanto a la defensiva como a la ofensiva.

En las estadisticas y récords del carismático y notable receptor destacan las 14 apariciones en Serie Mundial y sus 10 anillos como vencedor en Clásicos de Otoño, además de su presencia en 18 Juegos de Estrellas y el haber sido nombrado en tres ocasiones el Jugador Más Valioso de la Liga Americana durante la década de los cincuenta (1951,1954 y 1955). Si a esa brillante carrera le añadimos el privilegio y fortuna de ser el único receptor en la historia del béisbol profesional en recibir un juego perfecto de Serie Mundial, -aquel que lanzara Don Larsen en 1956 en contra de los Dodgers todavía de Brooklyn- no puede quedar duda alguna sobre su distinguida y destacada presencia en la historia del béisbol profesional de los Estados Unidos.

Respecto a las grandes cualidades defensivas de Berra, habré de comentar que siempre se distinguió como un receptor ágil y rápido de reacción, pero sobre todo, destacó como un gran manejador de lanzadores. Lideró a todos los receptores de la Liga Americana ocho veces en juegos recibidos. Además de haber establecido un antes y después de la posición, al ser el primer receptor en dejar el dedo índice fuera de su guante, defiendo con ello un nuevo estilo de recibir lanzamientos que la mayoría de los catchers aceptaron y emularon sin la menor objeción desde que él fuera el primero en hacerlo.

Berra, que se ganó a pulso con su carrera deportiva un lugar en el Salón de la Fama del béisbol, se convirtió a la par y probablemente sin habérselo propuesto, en el más extraño gurú del juego de pelota, gracias a la peculiar forma de interpretar y comentar las incidencias del juego al haber generado como jugador, coach y manager una serie de frases tan obvias e irónicas, como incoherentes y absurdas, que hoy en día son un obligado punto de referencia de la crónica beisbolera y que se conocen como “yoguismos.”

Ya adentrados en la receptoría, sería injusto no mencionar al más imponente bateador que que haya jugado la posición, y por extraño que parezca, un jugador que nunca tuvo la oportunidad de hacerlo para un equipo de las Ligas Mayores, aunque sí forma parte del Salón de la Fama del Béisbol debido al talento derrochado y espectaculares números, su nombre: Joshua Gibson.

Gibson descendiente de afroamericanos e impedido de jugar en un equipo de las Ligas Mayores por la segregación racial reinante en el béisbol organizado en sus años de pelotero profesional, destacó como ningún otro jugador tanto en las Ligas Negras, como en su corta, pero fructífera estancia en la Liga Mexicana de Béisbol donde participó a principios de los cuarenta con los Azules del Veracruz propiedad de Jorge Pasquel. Aquellos que en nuestro país tuvieron la fortuna de verlo jugar y sobre todo conectar sus monumentales cuadrangulares en el antiguo Parque Delta, lo consideran el mejor bateador de poder de todos los tiempos.

Su fortaleza física y temido brazo también le distinguieron en el terreno de juego y le permitieron, aún sin los reflectores y publicidad de la MLB, ser uno de los más grandes de la receptoría. Muestra de sus logros lo fue su participación en la temporada de 1936 con el equpo de Pittsburgh Crawfords de las Ligas Negras, en la que conectó el histórico récord de 84 cuadrangulares, que en mucho ayudaron a forjar los casi 800 batazos de vuelta entera que sumó en su notable carrera profesional.

En el caso de Gibson no sobra decir que sus logros y récords no se hicieron con la ayuda de esteroides y anabólicos, como los que actualmente presume de auténticos y vigentes las Grandes Ligas. Léase los conseguidos por Barry Bonds, -quien por fortuna permanece marginado del Salón de la Fama del Béisbol- dada la enorme duda que existe respecto al dopaje y consumo de esteroides durante su carrera deportiva y especialmente en los años en que logró superar los legendarios récords de homeruns impuestos en buena lid por Ruth, Maris y Aaron.

Desgraciadamente la carrera y vida del oriundo de Buena Vista, Georgia, fue interrumpida abruptamente por un tumor cerebral que en meses produjo su muerte cuando tan solo contaba con 35 años de edad. Hecho y circunstancia que indudablemente constituye uno de los factores por los que Gibson, pese a ser un inmortal del béisbol, sea para cientos de aficionados hoy en día, simplemente un desconocido.

No podía faltar en este recuento la gran estrella de los Rojos de Cincinnati, Johnny Bench, que también logró transformar la posición y redimensionó la técnica para recibir lanzamientos. Entre sus aportaciones al juego defensivo destaca el haber utilizado bisagras en su guante (mascotas) hoy algo común en todos los receptores y el haber sido el pionero en el bloqueo de los lanzamientos descontrolados y a ras del piso utilizando el guante para controlar y detener la pelota, en vez de hacer uso de su cuerpo como tradicionalmente lo hacían los receptores que le habían precedido.

Fue Bench, por méritos propios, el primer receptor de la historia en recibir el premio al novato de la Liga Nacional, precisamente en la Temporada de 1968; además de haber obtenido el Guante de Oro como el mejor jugador defensivo de su posición en 10 ocasiones consecutivas y lograr dos anillos de Serie Mundial (1975 y 1976), además de haber sido designado dos veces el Jugador Más Valioso de la Liga Nacional (1970 y 1972) y ser Miembro del Salón de la Fama del Béisbol desde el año 1989 con más del 95% de los votos posibles.

Otros notables jugadores que han dado lustre a la posición de receptor y que tienen un lugar preponderante entre los aficionados y en los libros de récords son: Bill Dickey, Roy Campanella, Elston Howard, Thurman Munson, Carlton Fisk, Gary Carter, Mike Piazza y los puertoriqueños Iván Rodríguez, Jorge Posada y Yadier Molina, el único de la lista que todavía está en activo y brillando para los Cardenales de San Luis.

Pero estar detrás del home, no solo es recibir una y otra vez lanzamientos y emular a los antiguos gladiadores y caballeros que protegían sus aldeas y ciudades haciendo uso de aditamentos especiales como la careta, el casco, las espinilleras y el peto, pues tiene un valor agregado, pocas veces comentado pero cada vez más evidente y notorio: el permitir desarrollar un conocimiento superior del juego respecto del resto de los compañeros de equipo, que en gran medida deriva de la constante observación tanto de los rivales, como del actuar de sus compañeros al vivir cada entrada, de cada encuentro, como un espectador más, sin serlo. Esa privilegiada posición en el campo de juego, para muchos otros considerada como sufrida e incómoda, ha permitido a muchos receptores, tras el retiro, hacer importantes carreras como managers.

No es casualidad que el elegante Connie Mack,  ganador de 5 Series Mundiales con los Atléticos de Philadelphia y poseedor del récord de más juegos ganados como manager (3731), haya sido en sus tiempos de jugador activo el receptor de los equipos en que participó.

Otros casos que confirman ese aprendizaje y conocimiento incluyen al mencionado Yogi Berra y otros dirigentes de la categoría y conocimiento de Pat Corrales, Buck Martinez, Bob Brenly, Gene Tenace, Tony Peña, Joe Girardi, Mike Scioscia, Joe Maddon, Mike Matheny, Bruce Bochy y el cuatro veces ganador de la Serie Mundial con los Yankees de Nueva, Joe Torre, por tan solo mencionar algunos de la larga lista de managers que alguna vez fueron catchers.

En el juego de béisbol cada posición es importante, ya sea en el cuadro, los jardines o bien desde el montículo, y si bien cada jugador tiene asignadas tareas y emociones, también cierto es que para quienes han tenido la responsabilidad y tarea de recibir los envíos desde el montículo les resulta no sólo familiar, sino acertada aquella e inmortal frase que dijera Dorothy, en El Mago de Oz: “There´s no place like home”.

casallena@live.com.mx

Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MEDIOTIEMPO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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